Cuando veo a alguien mejor vestido que yo me escandalizo”, dijo Arthur Cravan. Una buena declaración de principios de un dandismo crepuscular. Pero también podríamos enmarcarla en el canon del dandismo, que conoce de los siguientes textos de la tradición divididos en tres etapas: 1) el Tratado de la vida elegante, de Honoré de Balzac en 1830, y Del dandismo y de George Brummell, de J.A. Barbey D’Aurevilly, en 1845; 2) El dandy, en El pintor de la vida moderna, de Charles Baudelaire, en 1863; 3) El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, en 1891. Tres estilos de dandismo: primero, el dandismo autocrático y aristocrático con Beau Brummell como emblema, centrado en la moda y la provocación. Luego, Baudelaire simboliza el dandismo intelectual y bohemio, ya más alejado de la moda y centrado en las vanguardias estéticas, la urbanidad de París y la invención de nuevos valores y subjetivaciones experimentales. Por último, el dandismo que podríamos llamar hedonista, y cuyo símbolo es Oscar Wilde. Wilde engloba en sí todos los otros dandismos de comienzos y mediados del siglo XIX: moda, intelectualismo, decadentismo, esteticismo, libertinismo, singularidad.
El dandy de comienzos del siglo XX ya será propiedad de una figura más compleja hasta mediatizarse y actualizarse vía Andy Warhol, exponente del neodandismo de mediados y fines del siglo XX y revitalizador de este linaje a través de la espectacularización. Quizás Arthur Cravan, en algunos aspectos, anticipa cierto warholismo. Ese signo está en el dandismo particular de Cravan que, a diferencia de su tío Wilde, no tiene pretensión aristocrática. Cravan no pule la superioridad ni la altivez en sus modos. El de Cravan es un dandismo efímero –como su propia vida–, circunstancial. Un dandismo claramente ya hijo del siglo XX.
Cravan fue sobrino de Oscar Wilde y su figura influye en su vida y su –casi inexistente– obra escrita. Cravan lo admira y lo describe: “Oscar Wilde respiraba fuerza; esta actitud estaba animada por una muy segura confianza en sí mismo, lo que no dejaba de darle un aire altanero, pero el costado íntimo de la naturaleza no lo evidenciaba menos, la parte sensual, voluptuosa, la parte de perfecta desenvoltura que más tarde la acción pondrá en juego”. Claramente, Cravan es una figura del dandismo singular –como todos los dandies. Fue poeta y boxeador, ladrón y viajero, inventor y falso marchand. Fue el único editor y redactor de la revista Maintenant, que sólo publicó cuatro números entre 1912 y 1915 y que compila testimonios y crónicas sobre Marcel Duchamp, André Breton, Francis Picabia y León Trotsky, entre otras luminarias del arte moderno y las vanguardias históricas y políticas.
Cravan fue boxeador. Combatió en Barcelona en 1916 contra Jack Johnson, el campeón mundial de los semipesados, y perdió en el sexto round. No era mal boxeador, incluso se ganó la vida varias veces como entrenador pugilístico. Es maravilloso cómo el dandy describe la izquierda y la figura de su oponente, Johnson, en el combate: “Ninguno de los dos estaba en la mejor condición física. Rápidamente me quedé sin aire. Lo que más me molestaba era su izquierda: con ella me mantenía a distancia. Sin embargo mide cinco o seis centímetros menos que yo. Es, en la estela de Poe, Whitman y Emerson, la gloria más grande de América. Si aquí hubiera una revolución, combatiría para que se lo entronizara como rey de los Estados Unidos”.
También fue un viajero infatigable. Sus viajes y vagabundeos por diferentes ciudades del mundo son enormes. Particularmente, su pasaje por Nueva York revela costados interesantes. El propio Cravan reflexiona al respecto, cuando llega a la Gran Manzana el 13 de enero de 1917: “Soñé que era lo suficientemente grande como para fundar y formar yo sólo una república”. Dice Julien Levy sobre sus paseos por el Central Park y sus recorridos diletantes: “Cravan atravesaba Nueva York a grandes zancadas, con una retahíla admiradora de pequeños sinvergüenzas siguiéndole los pasos. Se dice incluso que las apariciones y performances de Cravan escandalizan a la propia fauna del Greenwich Village”.
Cravan representa a la mítica figura del artista sin obra. Maintenant es lo único publicado de su autoría. Su vida fue su obra. Nada más, nada menos. Incluso su final puede verse como una producción artística: una estética de la desaparición. Solitario, individualista y proto-punk, Cravan desaparece en la frontera de México, en el Río Grande Norte. Su gran amor fue Mina Loy –quien había sido amante del pope del futurismo italiano, Filippo Tommaso Marinetti. Iban a encontrarse ambos en Buenos Aires. Mina llegó, Cravan jamás lo hizo. Conjeturas, varias. Marcel Duchamp dijo: “Lo conocía bien y sólo la muerte puede haber sido la causa de su desaparición”. Quizá fue su último acto estético. Un happening definitivo.
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