10/31/2009

Tratado sobre la metamorfosis (en primera persona) de Lula Boix

Amanezco con la sensación de un continuo escapar de mi ser. De eso era el sueño, creo. Nunca estoy segura de mis sueños. Algo sobre salir-me, saltar-me: desarmar-me.


Me lavo la cara, los dientes, me preparo y salgo. Las calles, la gente, la ciudad. Soy yo. Respiro tranquila.
Sé que esto no es todo.
(La humanidad es uno entre otros estados posibles, un devenir)
Me invade la necesidad de absolutos y tengo miedo. Y necesito aferrarme. Me preparo el té con leche y hablo sobre el clima. De nuevo la certeza. Cierro los ojos. Un pestañeo que dura un minuto.
Ya es de noche. Suena música en alguno de los departamentos vecinos. Sigo intentando escribir a pesar del viento. Pierdo la noción del tiempo y vuelve la pregunta ‘¿quién me salvará del fuego invencible, inasible...inminente?’

(La humanidad es un fluir, un estado que se conserva)
Salgo al balcón. Siento que algo me habita. Hay una bestia que va ocupando la casa. Me inquieto. Hace tiempo dejó de ser una epifanía: es el silencio que me encuentra conmigo.

Suena el teléfono (me alivia escucharlo del otro lado pero sé que es calma momentánea) es sobre la reunión, cómo te fue, nos reímos de tu cara de esta mañana y ‘chau, un beso, que descanses’.

De nuevo la invasión, la conciencia de que hay algo más... ahí... del otro lado. Pero ese otro lado está acá, y recuerdo que encima cerré la puerta con llave. Y me tranquilizo. Soy el perseguidor perseguido.
(La humanidad es dinámica, un estado que requiere esfuerzo)
Tengo sueño. Voy a la cama con el miedo a esa oscuridad. Me digo que soy un eterno buscador y como tal no puedo dejar de enfrentarlo. Doy vueltas en círculos y me doy cuenta que la humanidad es un devenir, un estado que voy perdiendo.

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